Sor Ramona Ormazabal

Hoy, 8 de marzo, día internacional de la mujer, rendimos nuestro pequeño homenaje a Sor Ramona Ormazabal. Inhumada en el Panteón de Personalidades Ilustres del Cementerio de Ciriego, dedico su vida al cuidado de enfermos, accidentados y a los más necesitados.

En el Panteón de Personalidades Ilustres se encuentran los restos mortales de Sor Ramona Ormazabal (1849-1920). Tiene el privilegio de ser la única mujer que se encuentra en dicho lugar.

Sor Ramona ingresó en las Hermanas de San Vicente de Paúl de la Caridad en 1878 y, a los pocos meses, fue destinada al Hospital de San Rafael en Santander. Esta Hija de la Caridad, Superiora del Hospital de San Rafael, Casa de la Caridad y Casa Cuna de Santander falleció el 20 de enero de 1920 , siendo el pasado año la conmemoración del centenario de su fallecimiento.

En las diferentes necrológicas publicadas en los periódicos de  de la época -la Atalaya y el Cantábrico- reflejan la abnegada entrega a los demás que tuvo ante las grandes catástrofes de la ciudad. Los heridos de la Revolución del 68 y de la Guerra Carlista, los coléricos en 1885, los heridos por la explosión “Machichaco”, los repatriados de Cuba, los pobres, los obreros víctimas de accidentes de trabajo… tuvieron a la cabecera de su cama a esta religiosa. Justo un año antes de su fallecimiento recibió, con motivo de sus bodas de oro en la orden, la Cruz de Beneficencia, en agradecimiento a su labor a los más necesitados.

Unos días antes de su fallecimiento, la propia Sor Ramona,  dejó dicho a la vicesuperiora, Sor Ramona Garmendi, sus deseos a la hora de enterrarse: Pidió  “no  amortajarme con el hábito bueno, sino con uno usado y un delantal”. También dejó encargadas las misas que había que decir por su alma y celebradas por el capellán del Hospital y el de la Casa de la Caridad. Y como buena administradora que fue del Hospital en vida, pidió: “No gaste en balde nada para mi entierro, que los tiempos son malos, y aunque no lo fueran, no tenemos derecho a malgastar cuando hay tanto pobre a quién dárselo”.

Finalmente, su cadáver fue velado en el recibidor del Hospital, una excepción, ya que no se acostumbraba a sacar los restos mortales de las religiosas fuera de la enfermería. Una sencilla caja blanca rodeada de hachones de cera, y frente a una imagen del Cristo Crucificado, dieron paso a la gran cantidad de ciudadanos que quisieron acercarse a darla el último adiós.

El periódico La Atalaya publicó, al día siguiente de su fallecimiento, el siguiente  poema firmado por el poeta José del Río “Pick”:

Fue su amigo el Dolor, constantemente,

al lado de él anduvo por la vida

y el sacrificio colocó en su frente

aureola de ungida.

 

Fiel al Esposo a quién juró cariños,

por ser de Él digna se inmoló en el ara

 y tuvo besos para aquellos niños

a quien nadie con amor besara.

 

Flor pura y santa de perfume celio,

llevó el consuelo al que doliente gime

y como una mujer del Evangelio

fué heroína y sublime.

Y ahora se va; la hora del reposo,

 la hora del premio el cielo la señala

y a la cita celeste del Esposo

va vestida de gala.

 

La gala de su toca y sus sayales,

gala heroica y austera,

que llevó por los santos hospitales

igual que una bandera.

 

¡Oh que vergüenza de nuestro mismos

sentimos al poner

junto a nuestros cobardes egoísmos

los santos heroísmos

de la santa mujer.

                                           Pick

 

En 2016, en nuestra visita nocturna “Heroínas: retratos de mujeres ante la adversidad”, Sor Ramona fue nuestra Heroína frente a la catástrofe. Y la poeta Maribel Fernández le dedicó el siguiente poema:

 

Ella, la hija

Si vivir es servir, ¿en qué se ocupan ahora

Los hilos transparentes de tus manos?

Manos que daban cuanto se depositaba en ellas.

¿Qué otro fin alimentan en la larga noche

Cuando ya no hay miradas que puedan soslayarse,

Cuando el dolor se pierde con el soposte de lo que

un día fue memoria?

 

Tiempo en que las manos encontraban la manera

De amar la carne atormentada,

de robársela a la eterna quietus;

carne ensalivada por el fuego,

carne desarmada, dolorosa,

carne florida que se abría a la luz.

 

Todo fue asunto de tus manos

-sombra desapercibida, sin embargo-.

 

Tal vez ahora el revoleo de estas hojas

al ocaso muestre su reflejo, manos inquietas,

incomodadas por el mármol.

Manos de niebal que se filtran en el aire para

seguir dándose

que se ocupan en lluvias si sequía,

en alivio si herida,

en susurro si soledad,

 

libres ya de la cárcel de sus muros,

libres del ala almidonada,

 

libres de la carne, al fin.

Maribel Fernández (poeta)

 

 

FUENTES:

“La Ilustración del Oro. Ilustración Católica”. 15 de febrero de 1919

“La Atalaya”. 21 y 22 de febrero de 1920

“El Cantábrico” 18 de enero de 1919 y 22 de enero de 1920.

IMÁGENES:

Grabado publicado en la “Ilustración del Oro. Ilustración Católica”

Foto publicada en la “Atalaya” 21 de febrero de 1920.